En algún momento de tu vida es posible que te hayas sentido como una persona sobrecogida por las circunstancias: el momento, el lugar, las otras personas… Todo aparece como un desastre. Entonces es fácil pensar que todo cambiaría si cambiase algo de lo que te rodea como la gente, el clima, la familia, tu país, el mal momento de la empresa, etc.
Seguramente habrás oído aquello de si tú cambias, cambiará tu alrededor. Lo cuál, aún puede desesperarte más, y sumirte en un estado menos deseable todavía.
¿Por qué tendría que cambiar yo?
Entendiendo que lo que está mal no eres tú, si no los demás
o lo que te rodea, es comprensible que te falte motivación para cambiar algo en
ti. Aún y así podemos explorar tres motivos:
1.
Nada ni nadie va a cambiar sólo porque tú
lo desees.
Por más que te empecines, nadie va a cambiar nada en su vida
por ti. Si lo hacen será por si mismos, igual que tu cambiarías por ti mismo, y
no porque alguien te instigase.
Aún con más razón no se van a rectificar los factores ajenos
a ti como la climatología, la economía global, el barrio en el que naciste,
etc. Por ese camino sólo puedes ser “una víctima”.
2.
Quien está mal eres tú.
Puede que identifiques como raíz de tu malestar o fracaso a
tu familia, compañeros, sueldo, mala suerte… Su mal humor o su mal hacer, así
como el maltrato pueden ser reales, sí,
pero al fin y al cabo a quien afectan es a ti. Tú eres la persona interesada en
que algo cambie, y no los demás. Sólo eso ya puede motivarte a realizar
cambios.
3. Para
enderezar lo torcido, primero
debes hacer algo más difícil: enderezarte a ti.
Esta cita del Dhammapada viene a recordarnos que debes prestar atención a tu
estado interno. Si aceptas que la experiencia humana es subjetiva, entonces
adquirirás el poder de modificar tus experiencias. No es que las cosas estén
mal, ni que tú estés mal, si no la percepción de los hechos. Dicho de otra
manera: Con el mismo estímulo, eres capaz de responder
de más de una forma…
Existen dos modos esenciales: Uno basado en el juicio, y otro, en la percepción.
Tengamos en cuenta que nuestro sistema neurológico crea representaciones internas con los estímulos de la realidad externa. Estas “imágenes mentales” que pretenden manifestar los objetos de nuestra atención, son abstracciones de la realidad como una fotografía, una pintura, una escultura, o una pieza musical…
Estamos de acuerdo que un mapa de carreteras no es en sí mismo la realidad de las carreteras, si no que gracias a nuestra imaginación, podemos entender algo de ellas a través de lo simbólico. De la misma manera nuestra capacidad inconsciente de abstracción genera imágenes de la realidad.
A efectos prácticos, la imaginación transforma más la realidad que no en viceversa.
¿Cómo cambiar mi percepción?
Te propongo un ejercicio mediante el cual ya serás capaz de
transmutar cualquier experiencia (sea pasada, presente, o futura). Experimentarás
en tus propias carnes que todo depende más de cómo lo vives que de lo que vives
en sí.
- Elije una experiencia cualquiera que te gustaría mejorar.
1.
Date cuenta de cómo tienes registrada en tu
mente la imagen de la experiencia:
a.
¿Es una imagen fija (como foto) o móvil (como
cine)?
b.
¿Es a “todo color”, en blanco y negro, predomina
alguna gama de colores?
c.
¿Hay abundante luz, brillo, contraste, etc.?
2.
Fíjate si existe algún sonido para la imagen,
¿cómo sería si tuvieses que describir uno?
a.
¿Volumen alto o bajo?
b.
¿Tono agudo o grave?
c.
¿Es continuo, discontinuo, rítmico?
3.
Acerca de la sensación predominante:
a.
¿Es intensa o suave?
b.
¿Es fija, móvil, continua, cambiante…?
c. ¿Es cálida, fresca, opresiva, viscosa…?
Ya has tomado consciencia de cuál es la imagen que generó tu mente. Seguramente deberás aceptar que ésta tiene poco que ver con la realidad. Recientemente, una mujer tenía miedo de entregar currículums debido a “la imagen” que tenía de la entrevista de trabajo: Una especie de monstruo negro que hacía “baaaah”.
- Disponte a transformarla (siempre a tu gusto y mejorando tu experiencia):
1.
Modifica la situación de tu imagen, sonido,
sensaciones:
a.
Acércala, aléjala déjate envolver o sácate de
ella.
b.
Cambia colores, luminosidad, ritmo, volumen,
tonos, intensidad, etc.
c.
Ajusta la luz, el brillo, contraste…
2.
Corrige el sonido hasta lograr que sea
agradable:
a.
Altera el volumen, el tono, el ritmo, la
situación, etc.
3.
Retoca las cualidades y situación de la
sensación predominante.
La mujer del ejemplo terminó tranquilizándose al ver como su
imagen adquiría colores morados con algo de azul. Así de sencillo, tú también
puedes beneficiarte.
Si lo tomas más como una sugerencia de apoyo que como una
guía estricta, te resultará más fácil y no colapsarás tu atención. Mejor
explorar, jugando con la imaginación como si fueses un niño...
Pruébalo, y te sorprenderás de los resultados que se pueden
obtener.
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